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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Administraciones privadas y administraciones públicas



Un artículo de Orlando Ferreres publicado hace poco días en La Nación, me ha llevado a escribir sobre las similitudes entre la administración del Estado y las administraciones de las organizaciones privadas, y como las recomendaciones para las segundas, le caben también a la primera. En realidad esta es una discusión en la cual participa mucha gente; los puntos que se mencionan a continuación son argumentos a favor de quienes consideran que hay gran similitud en ambos ámbitos organizacionales.

I) Con un nivel de abstracción alto, los objetivos de toda organización se igualan
Decía Peter Drucker que una organización que quiera ser viable y desarrollarse, debe satisfacer necesidades de la  sociedad y de los individuos.
Las necesidades satisfechas por las organizaciones que actúan en el ambiente de la administración pública, son las que debe satisfacer el Estado. Es decir, el Estado crea organizaciones – cada uno de los tres poderes, las empresas públicas, los organismos descentralizados – para con ellas cumplir con el objetivo que imponen la Constitución y las leyes, la cultura de la sociedad y las demandas que en cada momento histórico se formulen desde el pueblo.
Las necesidades satisfechas y el grupo social objetivo de su actividad será el resultado de su posicionamiento ideológico y de la particular mezcla de intereses que evidencia el gobierno que detenta el poder. Es decir, y en términos muy generales, si la ubicación ideológica del gobierno es de izquierda, sus objetivos prioritarios estarán en relación con la búsqueda de condiciones de igualdad social: si la posición es de derecha, sus objetivos principales estarán más relacionados con asegurar las libertades individuales.
En democracia, la voluntad popular expresada en los votos periódicos, confirma o cambia al gobierno en el poder, y esta voluntad nace de la sensación generalizada en los grupos relacionada con los intereses satisfechos.
Para las organizaciones que actúan en los ámbitos de la actividad privada con fines de lucro, los objetivos también se ubican en la sociedad y entre los individuos. Aunque el objetivo de generar riquezas para quienes son los propietarios del capital invertido está siempre vigente, la observación de Drucker es válida, pues es solo satisfaciendo necesidades de esa sociedad y/o de los individuos, que la organización privada puede materializar el lucro buscado. Dicho de otra manera: si no hay satisfacción de necesidades, no habrá quien aporte el dinero necesario para mantener con vida al organismo. Si no lo hace por esa vía, en el mediano y largo plazo no se justificará socialmente y la organización morirá.
Finalmente están las organizaciones llamadas del Tercer Sector. Estas no tienen fines de lucro, ni son parte del Estado. Sus ingresos los obtienen de los miembros de la sociedad a quienes destinan sus servicios, o de donantes, o del Estado que puede efectuar aportes de su Tesoro. Pero, ¿quién dona a un ente cuyos servicios o productos  son intrascendentes o inútiles?; y quién proclama la utilidad de los servicios de la organización, si no es quién lo consume? Sus objetivos deberán buscarse nuevamente afuera, en el entorno, como es el caso de las dos categorías mencionadas anteriormente.
II) la necesidad de la transparencia.
Las personas deben comprender y entender las estructuras organizacionales en las que trabajan. Esta es una condición ineludible del trabajo eficiente en equipo. Es también un freno a la corrupción.
Cuando todos los miembros de la organización conocen los procesos que en ella se desarrollan, sean los que caen bajo su órbita de  responsabilidad o sobre los de otros, aparecen frenos a la actividad ilícita y se desactivan los deseos de incurrir en comportamientos no previstos.
Frecuentemente pueden observarse actitudes que esconden o disimulan ciertos procesos, como forma de defender prerrogativas de uno o varios cargos o conservar algunas cuotas de poder.  Esto puede encontrarse en algunas organizaciones privadas, pero con más frecuencia se descubren en las públicas. 
En ambos casos su aparición dificulta el eficiente trabajo en función de los objetivos.
III) Cada miembro de la organización debe tener un solo jefe.
Este principio, subrayado por Drucker, ya existe desde mucho antes, pues es uno de los famosos 14 de Henry Fayol.
El principio es ignorado en muchos casos, produciéndose un caos en el accionar organizativo. En estos casos, cuando el agente tiene dos jefes de igual o similar rango, losimplicados se enfrentan a dos alternativas, una tan negativa como la otra en términos del logro de los objetivos. O se paralizan, no sabiendo a que jefe responder, o adhieren al jefe con quien tienen mayor afinidad ideológica o partidaria o de intereses personales y, obviamente, desconocen y hasta combaten al grupo contrario.
IV) Es necesario minimizar los niveles de decisión.

Tanto en la administración pública, como en la privada, los niveles de decisión son factores de costos. Suponen salarios, espacios de oficinas, comunicaciones, etc. Se incurre en estos costos cuando las tareas de supervisión son imposibles sin su auxilio. Es decir, cuando un Secretario se ve superado por las obligaciones y tareas de su cargo, se recurre a uno, o más subsecretarios, para auxiliarlo. De la misma forma se puede explicar la existencia de Gerentes y subgertentes en la actividad privada.

En el Estado, con demasiada frecuencia, se crean cargos pertenecientes a los niveles intermedios y con un largo repertorio de nombres (Viceministros, Secretarios, Subsecretarios, Directores Generales, Directores, Jefes Departamentales, Jefes de Secciones, entre otros) cuya justificación no es, generalmente, la eficiencia en el control de las actividades. Por el contrario, responde muchas veces, a la necesidad de crear puestos, con remuneración significativa, que permitan dar ocupación a amigos, parientes y miembros del partido político que está en el poder.

V) Los funcionarios de más alto rango también deben trabajar en equipo.

El criterio más común de departamentalización en la Administración Pública es el funcional. En efecto, los ministerios nacionales y provinciales y las secretarías municipales, se agrupan y distinguen por las tareas que realizan. El Ministro de Economía, el Secretario de Obras Públicas, el Ministro de Educación.
Cada uno de estos son empleados jerarquizados de la Nación o de la Provincia, o de la Municipalidad, y tienen la obligación de jugar positivamente en un equipo que lidera quien tenga la titularidad del Poder Ejecutivo.
Idéntica situación es la de la administración privada, donde los Gerentes conforman un equipo con la Gerencia General.

Cipolletti, Octubre de 2014






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