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martes, 14 de septiembre de 2010

Fayol. Un clásico moderno

Pedro Dobrée



En el presente artículo no pretendo hacer el planteo de una cuestión novedosa. Por el contrario, solo tengo por objeto bucear entre los primeros escritos considerados parte de la historia del pensamiento administrativo -  los que usualmente son agrupados como de la Escuela Clásica - y rescatar uno de ellos para analizarlo a la luz de nuestros conocimientos actuales, pretendiendo demostrar sus características de pensamiento moderno, adelantado a su época  y sugerente de ideas que solo años más tarde serán desarrolladas  y aplicadas a la administración de organizaciones.
La obra que analizaré es el clásico libro de Henry Fayol “Administración  Industrial y General”, recurriendo para ello a la 10ma. Edición de Herrero Hermanos, Sucs. S.A., traducida la obra original al español por A. Garzón del Camino y editado en México, en 1968.
En Argentina la misma obra fue impresa, a similitud del mencionado libro mexicano, junto a “Principios de la Administración Científica” de Frederick Taylor, por El Ateneo (Biblioteca de Ciencias Económicas), en Bs. Aires, en el año  1994.
Desde entonces y hasta la fecha y por lo que yo se, no se han conocido en  nuestro país nuevas publicaciones y si Ud. quiere adquirir el libro en las librerías, le dirán que está agotado.   Esta circunstancia permite apreciar el escaso interés que suscita hoy la obra. Su ubicación – la de los pocos ejemplares que puedan quedar - en el estante más polvoriento de las librerías, demuestra nuevamente este punto. Pero esto no es una señal de poco valor; sucede que muchos de los libros que hoy en día se utilizan, reconocen la paternidad de los viejos escritos de Fayol, pero, al ser más modernos y completos, logran concitar la atención excluyente de académicos y ejecutivos. Mientras tanto, como un padre que es superado por hijos y nietos y se refugia en la oscuridad del hogar, el texto fayoliano baja a los anaqueles menos visitados.
Henry Farol, hijo de una familia francesa, nació en el año 1841, en la ciudad que en esas épocas todavía se llamaba Constantinopla. Vuelto con la familia a su país, estudió ingeniería en la Escuela de Minas de Saint Etienne. Sus opiniones sobre administración se inscriben en lo que ahora llamamos la Escuela Clásica del pensamiento administrativo y están resumidas en la conferencia dictada por él, ante la Sociedad de la Industria Minera, en 1908. Estás ideas luego fueron publicadas en la obra que se menciona al inicio.
Durante muchos años tuvo la experiencia de dirigir varias empresas relacionadas con su especialidad; y de esta experiencia deduce sus ideas respecto a la administración de empresas, que no limita a las privadas. Como fuera luego preocupación de Peter Drucker, Fayol ha tratado de hacer corresponder sus observaciones a todas las organizaciones y no limitarlas a las de la esfera de los negocios.
Ya en el capítulo 2 (pag. 142) Fayol es claro al decir que sus ideas respecto a la importancia de las capacidades necesarias en la gran empresa también están vigentes cuando “…la empresa es una industria del Estado… ” y allí “…la jerarquía técnica sigue aún hasta el Jefe del Estado, pasando por un ministro.”[1]
Todo estudiante de Administración sabe que Fayol proponía que las empresas se debían estructurar funcionalmente y que estas funciones, que agrupan  con criterios de homogeneidad las tareas que toda empresa debe desarrollar, se refieren a cinco paquetes claramente identificables (las funciones técnica, comercial, financiera, de seguridad y de contabilidad), más una sexta que llama  función administrativa.
A diferencia de las demás, esta función administrativa no puede considerarse en forma aislada.  Por el contrario, solo existe en función de las demás. 
Que es la función administrativa?  Fayol contesta que es la encargada de “….articular el programa general de la empresa, de constituir el cuerpo social, de coordinar los esfuerzos, de armonizar los actos”[2] Es decir, y en términos más modernos – con pensamiento sistémico - visualizar el todo y la interacción entre las partes.
Para desarrollar adecuadamente cada una de estas funciones, es necesario contar con diversas capacidades.  Para las cinco mencionadas primero, será necesario contar con capacidades técnicas consistentes en cualidades físicas, intelectuales y morales, cultura general y conocimientos especiales; estos propios de cada área de actividad.
Pero para ejercitar la función administrativa es necesario otro tipo de capacidad que, aún reuniendo los componentes mencionados en el caso de las funciones anteriores “…no tiene por órgano y por instrumento más que el cuerpo social”. La función administrativa no actúa sobre las máquinas, ni el dinero “…en realidad no actúa mas que sobre el personal”.[3]  Esta función, también, crece en importancia cuando se sube por la escala jerárquica o, para un mismo nivel jerárquico – Vg. Jefes de Empresas – se pasa de una organización más pequeña a otra de tamaño mayor.  La capacidad administrativa es más requerida cuando la complejidad de las materias es mayor. “La capacidad técnica es la capacidad principal de los agentes inferiores de la gran empresa y de los jefes de la pequeña empresa industrial; la capacidad administrativa es la capacidad principal de los grandes jefes. La capacidad técnica domina en los grados bajos de la escala industrial y la capacidad administrativa en los altos.”[4]
Decir que la capacidad administrativa es una habilidad conceptual, como la llaman Robbins y Coulter[5] y que este concepto fayoliano se acerca a lo que hoy se denomina visión sistémica, no parece  entrañar ningún un error demasiado grosero.
Entre los famosos catorce principios de Farol[6], hay suficiente material para categorizar al autor como un clásico. Pero algunos de ellos dan lugar a pensar en los descubrimientos y recomendaciones de otros autores, en años posteriores.
Un ejemplo es el número 13, el de la Iniciativa. “Concebir un plan y asegurar su éxito es una de las más vivas satisfacciones que pueda experimentar el hombre inteligente; es también uno de los más poderosos estímulos de la actividad humana. Esta posibilidad de concebir y de ejecutar es lo que se llama iniciativa.”[7] Es decir, no es el salario, o el dinero, el único factor motivacional, como generalmente pensamos cuando nos referimos a autores de la Escuela Cásica. En Fayol al menos, existe este otro: el de saberse capaz de proponer ideas y que estas sean conducentes. La satisfacción derivada de este conocimiento es un verdadero motor de la motivación.
Para que no haya dudas respecto a que es el tema de la motivación lo que se discute y que este fenómeno se reproduce en cualquier escalón de la jerarquía organizacional, Fayol indica que “En todos los niveles de la escala social, el celo y la actividad de los agentes están acrecentados por la iniciativa”[8]
Un par de décadas posteriores el psicólogo Elton Mayo abrirá las puertas para que él mismo y otros, expliquen esto y más, con mayor detalle.




[1] Años más tarde Peter Drucker se preocupaba por buscar similitudes en todas las organizaciones a efectos de poder aplicar las recomendaciones generales para una buena administración. Fayol, sin estos pruritos académicos, ya lo estaba proponiendo.
[2] “Administración  Industrial y General”. Henry Farol; 10ma. Edición de Herrero Hermanos, Sucs. S.A., México, 1968.  (pag. 138)
[3] Op. Cit. Pag. 157
[4] Op. Cit. Pag. 149
[5] “Administración”, S. Robbins y M. Coulter, Edit. Prentice Hall, 6ta. Edición, México,
[6] Como bien dice Bernardo Klicksberg, no tienen estos catorce ítems la categoría de principios; pero los consideramos buenas recomendaciones para todos aquellos que diseñan estructuras y/o administran organizaciones.
[7] Op. Cit. Pag. 181

[8] Op. Cit. Pag. 181

2 comentarios:

  1. Pedro, felicitaciones por este nuevo emprendimiento del cual espero participar dentro de poco tiempo.
    Es cierto que si bien están próximos a cumplir un siglo de existencia, algunos de los principios de los clásicos mantienen hoy vigencia, por supuesto que adaptados a los tiempos que corren.
    El principio de iniciativa, por el cual se dice que los empleados pueden tomar decisiones, sujetos a la jerarquía y la disciplina, no es otra cosa (si lo adaptamos un poco reduciendo la incidencia de la disciplina)que lo que algunos autores hoy denominan "empowerment", vocablo en inglés que aún no tiene una palabra en nuestro idioma que lo traduzca fielmente, pero que más o menos querría decir darle al trabajador "autonomía en las decisiones y las acciones" para que desarrolle su labor sobre ua base de responsabilidad más amplia.

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  2. Muy de acuerdo. Fayol era un groso.

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