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jueves, 14 de octubre de 2010

Azucar derramada


 Ricardo Alberto Zavaleta

Numerosas oportunidades de desarrollo se frustraron en nuestro país por aplicación de políticas desacertadas y manejos tendenciosos; un caso paradigmático fue lo sucedido a fines del siglo XIX en el segmento de la producción azucarera.
Es de conocimiento generalizado el protagonismo de esta industria en las economías regionales. Actualmente se localizan los principales ingenios en Tucumán, Jujuy y Salta, aunque Santiago del Estero pudo también haber pertenecido a este selecto grupo de no haber sido objeto de una maniobra que lo marginó del mapa productivo.
Aún hoy puede observarse una antigua chimenea en la zona sur de la capital de esta Provincia. Pocos saben que data de 1879 y perteneció a uno de los establecimientos más importantes que haya existido en la región: el Ingenio Contreras, construido por iniciativa de Don Pedro San Germes, un visionario inmigrante francés que ilustró a productores locales sobre la factibilidad de un emprendimiento que representaría una importante fuente de trabajo, progreso y bienestar social.
En un principio las proyecciones desbordaron la latitud de lo esperado, estimulando la instalación de otros establecimientos semejantes y potenciando las perspectivas de crecimiento de la economía regional. Sin embargo, la ocurrencia simultánea de ciertas complicaciones arruinó la incipiente industria azucarera santiagueña que tantas expec­tativas había despertado.
Presidía entonces el país Nicolás Avellaneda, cuya relación con propietarios de ingenios tucumanos  permitió extender la línea ferroviaria desde Córdoba a Tucumán, sin pasar por la capital de Santiago,  quedando el Ingenio Contreras practicamente aislado del Puerto de Buenos Aires. Se favoreció una zona en desmedro de otra, con marcada incidencia bidireccional en sus estructuras de costos, cuando bien pudieron complementarse y evitar repercusiones adversas consecuentes.
Esta desventaja comparativa, acentuada por un dispar otorgamiento de beneficios impositivos, pronto habría de repercutir en el Ingenio Contreras que, ante la brusca disminución de ingresos y fuertes quebrantos padecidos, se vio inmerso en un esquema operativo insostenible.
Hubo quienes, solidarios con San Germes, intentaron comprar el establecimiento y asumir sus obligaciones, pero se negó argumentando que el precio ofrecido era insuficiente. En verdad, la negativa obedecía a una causal que trascendía el plano económico personal: avizoraba el sombrío panorama que se avecinaba y no quería que otros se perjudiquen. Con los exiguos recursos que le quedaban compró combustibles, pagó jornales y se suicidó arrojándose al trapiche del Ingenio.
En la mesopotamia santiagueña, enmarcada por los ríos Dulce y Salado, importantes asentamientos poblacionales desarrollaban su cotidiano laboreo en otros ingenios allí instalados. A la luz de las causales comentadas, éstos también debieron cerrar.
Lo sucedido no fue un hecho aislado sino el disparador de la transformación socioeconómica de una provincia a la que, desde lejanos países, le asignaron un rol diferente, en otro escenario y con otros protagonistas. Fue así como el Chaco Santiagueño, una región ignorada donde sólo moraban aborígenes, se convierte en principal proveedora al mundo de durmientes de quebracho para líneas ferroviarias, y de postes para estancias de la pampa húmeda que exportaban carne y cereales.
Desde entonces,  y hasta las postrimerías de la década del '80, la economía santiagueña siguió un cauce obligado por las circunstancias. La privatización de Ferrocarriles, con la suspensión de compras de madera y el levantamiento de ramales, sumió a la industria forestal en un estado falencial dificil de revertir.  Reactivarla hoy no interesa, al menos con las connotaciones tradicionales,  y se incentiva la conformación de un esquema productivo diversificado que de cabida a otras actividades. Quizás alguna de ellas permita un día ver nuevamente salir humo de la chimenea de aquel ingenio, cuyas puertas jamás debieron cerrar.

2 comentarios:

  1. El poder de los grandes ingenios azucareros del NOA debe ser muy grande. Sin conocer muchos detalles, se de una situación similar en Conesa - sobre el río Negro - que también tuvo que cerrar. En este caso no se industrializaba a partir de la caña de azucar, sino de la remolacha azucarera. Pero para el caso es lo mismo.

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  2. Ingenioso y certero título de este artículo, sorprendente su contenido. Desconocía la maniobra perpetrada contra una provincia cuyo potencial va mucho más allá del folclore y la calidez de su gente. Y deben existir otros casos semejantes, más no siempre nos ilustran como corresponde o se ocultan.

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