Entradas populares

lunes, 7 de febrero de 2011

Mi biblioteca: Mar del Plata


Pedro Dobrée

Otro libro que recomiendo. Lo compré un día de Noviembre del 2008, en el estante de saldos de un supermercado. Confieso esto con cierta vergüenza, pues siempre reconozco el papel importante que juegan las librerías en el sistema cultural de la región y por ello cierta responsabilidad en colaborar con ellas, tengo amistad con algunos libreros y me encanta perderme entre los estantes y las mesas, leyendo de “ojito”, varios ejemplares. Siento entonces, haber cometido una pequeña traición. Pero la carne es débil y cada tanto encuentro algo interesante en el súper y a precios por los cuales no compro ni una revista de las semanales.

El libro se llama “Mar del Plata, la ciudad más querida” y está muy bien escrita por Fernando Fagnani; es a la vez ameno, profusamente documentado y rigurosamente reflexionado. La editorial es Sudamericana y salió de la imprenta en Buenos Aires, en el año 2002.

Cuando fui a buscar el dato de la fecha y el lugar de la compra – que siempre anoto junto a mi nombre, en la primera o segunda hoja del volumen – me encontré con una leyenda que escribí, obviamente, luego de terminar de leer. Dice “Mar del Plata, metáfora de la historia Argentina del siglo XX y lo que va del presente”. Al repasar rápidamente algunas páginas y releer algunos párrafos subrayados, recordé el sentido de lo anotado.

Mar del Plata, antes de ser Mar del Plata, era sola una playa con dunas, sin gente, sin edificaciones, desconocida para todos. Como fueron las zonas centrales del país, durante buena parte del siglo XIX.

Con la mano de Pedro Luro las dunas se forestaron y a instancias de Dardo Rocha, gobernador de la provincia, se construyó el ramal ferroviario que unía el escaso caserío con Bs. Aires. Mar del Plata, con gran apoyo de Carlos Pellegrini, creció como balneario de las familias pudientes capitalinas y fue pensada para imitar a Biarrritz, a Oostende o a Brighton; es decir,  constituirse en un lugar vacacional y de esparcimiento, para la más alta burguesía rioplatense, a semejanza de la nobleza y de sus pares europeos. 

Una tercera etapa es la que se inaugura con la victoria de Hipólito Irigoyen y la llegada de las clases medias al consumo. Mar del Plata crece, se construyen hoteles y más viviendas de veraneo, e incorpora una gran afluencia de veraneantes, para asombro y escándalo de las familias tradicionales. Marcelo T. de Alvear proporciona su apoyo, tanto desde su afecto por los baños de mar, como por su gusto por la pesca.

Durante la década del 20, gobernó la Municipalidad, el Partido Socialista. Bajo esta gestión se puso una campaña publicitaria en medios gráficos y con películas para todo el país (campaña institucional inédita?), con el objetivo de promocionar la playa como un recurso turístico popular y no exclusivo.


A partir del gobierno de Juan Perón se produce un proceso que ha de modificar nuevamente la cara del balneario. Un primer aspecto de este proceso se refiere al ingreso al mundo del trabajo, publico y privado, de gran cantidad de personas que hasta el momento pertenecían solo a zonas marginales, y el paralelo proceso de sindicalización que este ingreso supuso. El segundo aspecto se centra en la aparición de una nueva figura: el negocio del turismo sindical, que incluyó la construcción, adquisición y administración de hoteles sindicales y la posibilidad para familias de escasos ingresos, de vacacionar fuera de sus domicilios y pagar su costo con financiamiento del mismo sindicato. Ambos factores juntos provocaron una explosión. La misma que sufrieron las sierras de Córdoba, y más tarde, Bariloche y las Cataratas.

Luego de mediados del siglo XX sigue una larga etapa de crecimiento, convirtiéndose Mar del Plata en el símbolo de las vacaciones nacionales. La ciudad crece para albergar a los turistas y para los que viven en forma permanente en la ciudad, trabajando en la prestación de los servicios que los primeros requieren. La ciudad se quiebra en dos: por un lado los parques, los chalets, los grandes edificios, los hoteles, los bares y restaurantes, las salas de teatro y las “boites” y el Casino; y por otro, las casitas pequeñas y despintadas, las villas, las calles de tierra pobladas de niños, los residuos, la falta de agua y la pobreza. Este fenómeno, producto de la migración interna y de la ausencia de oportunidades de trabajo en otras regiones, es común a otras localidades cuya economía se centra en el turismo. San Carlos de Bariloche es solo otro ejemplo.

Como Uds. pueden observar la historia económica y social de la Argentina.

1 comentario:

  1. Marplatense en Tucumàn10 de febrero de 2011, 13:00

    Me encanta esta ciudad, que es donde nací y al cual vuelvo casi todos los veranos.
    Voy a comprar el libro para leerlo. Muchas gracias.

    ResponderEliminar