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miércoles, 25 de agosto de 2010

Antecedentes del Taylorismo en Argentina

Autor: Lic. Pedro Dobrée

Federico Taylor fue un importante personaje de la historia del pensamiento administrativo, con aparición en los últimos años del siglo XIX y los primeros del siguiente.  Centrado en Estados Unidos, sus ideas pronto se impusieron en todo el mundo afectado por los avances de la Revolución Industrial. Su influencia no se ha circunscrito a los países capitalistas y, por el contrario, ha contribuido fuertemente al industrialismo, tanto capitalista como socialista[1].
En 1903 y luego en 1911, Taylor publicó dos de sus principales libros y rápidamente su autor y sus contenidos se popularizaron. Tras Taylor se encolumnaron una cantidad importante de autores, en general todos con formación ingenieril, como Henry Gantt, el matrimonio Gilbreth, Alford y varios más. Aunque las iniciales investigaciones en materia de cambios en los sistemas fabriles fueron desarrolladas por la Real Sociedad de Londres y hubo manifestaciones de las inquietudes en este sentido en Francia, fueron los norteamericanos quienes propusieron y luego consolidaron, las reformas.
En síntesis las ideas de la Administración clásica, encarnadas en la figura del Ing. Taylor, pueden enumerarse de la siguiente manera: separación de la actividad física de la actividad intelectual, uso de un método científico (Estudio de Tiempos y Movimientos) para diseñar las mejores herramientas y formas de trabajo, y calculo de las remuneraciones en base a los resultados obtenidos. En definitiva una colaboración sustancial para la fábrica que quiere salir del modo de producción artesanal, para introducirse en el modo de producción industrial.
Sus propuestas son los resultados de la observación sistemática de la actuación de obreros en la fábrica y sus reflexiones sobre las necesidades de una sociedad que desea implicarse fuertemente en una creciente industrialización. Como suele suceder en los procesos históricos, su aparición se conjuga con el de otros y se acepta universalmente que la “administración científica” se complementa con la producción seriada y la cadena de montaje, que impuso Henry Ford, desde la industria automotriz.
Cómo y cuándo llegan a Argentina las ideas de Taylor?
Buscando en forma no sistemática, he logrado encontrar algunas circunstancias en respuesta a esta pregunta. La primera se refiere a la industria cárnica de la zona aledaña a las ciudades de La Plata y de Berisso[2], con la llegada de los capitales americanos al sector. El segundo antecedente es más cercano a nosotros: el sector empacador y exportador de frutas de pepita del Alto Valle del río Negro[3].
Los frigoríficos de La Plata y Berisso.
Hasta los primeros años del siglo XX, la industria cárnea en la Argentina, eran propiedad de capitales argentinos e ingleses, pero en 1907 la empresa Swift adquirió The La Plata Cold Storage, iniciando la llegada de capitales norteamericanos a la actividad y una “guerra de carnes” que cubrió el período inicial de esta nueva etapa. Las modificaciones introducidas por los nuevos dueños en la planta preexistente, significaron una serie de reformas que aumentaron sustancialmente su capacidad productiva y pusieron en práctica los años de experiencia de la empresa en el procesamiento de animales en los mataderos y plantas cárneas de Chicago, y las ideas de la industria moderna de USA. Este es un fenómeno de los nuevos capitales arribados al sector, muy distante de la modalidad de trabajo de los de propiedad de capitales ingleses y más aún los de capitales locales.
Mirta Lobato, en la publicación recientemente citada, hace una interesante experiencia de investigación, pues no solamente entrevista a viejos empleados de la empresa de aquella época y bucea en una cantidad importantes de informes privados y gubernamentales sobre el sector, sino que además estudia los planos del edificio reformado y analiza las comunicaciones internas (memorándums, en su mayoría) que ha podido rescatar de archivos en extinción.
En relación a este frigorífico en particular, encuentra en un plano de 1910 un sector reservado a “Planeamiento y control”, otro de 1912 donde se destina espacio para actividades “de Tiempo” y dos plantas (plano de 1913) reservados para “Oficina Técnica”.
Para el frigorífico Armour – otro frigorífico propiedad de capitales del norte - inaugurado en La Plata en 1915, no cuenta con planos, pero ha podido leer notas enviadas de la Oficina de Personal a “Time Study” (Estudio de Tiempo) referidas a cuestiones relacionadas con el personal de ese momento.
Estas son evidencias, dice Lobato, de la concentración en un puñado de hombres de las tareas “cerebrales”, mientras que los demás solo deben hacer lo que se les dice.
Paralelamente se observa un notorio aumento del personal y crecen tanto los niveles jerárquicos (intendentes, superintendentes, mayordomos, jefes, capataces, toma tiempos, jefes de vigilancia. etc.) como los puestos de trabajo, estos en razón de la gran división de las tareas (con la aparición de puestos de matambreros, garradores, bajadores, serrucheadores, etc.; todas de rápida ejecución y gran sencillez) Cada operario hacía un corte específico en el animal que pasaba por su puesto de trabajo colgado de la noria, que obligaba a un ritmo determinado en el trabajo e imponía la secuencia y prolongación de los descansos. Este parcelamiento de las tareas se reproducía en todos los sectores, con excepción de las que incluían tareas emparentadas con el campo (trabajo con animales vivos, embretando, alimentando o arreando).
La división del trabajo en unidades muy pequeñas cumple un triple propósito. Por un lado elimina el trabajo artesanal de la “carneada”, muy parte de la tradición cultural del hombre argentino de la época; por otro, prepara las circunstancias necesarias para la aplicación de los métodos de análisis de Tiempos y Movimientos que ideó Frederik Taylor. La labor entonces, se había descompuesto en diferentes operaciones elementales que admitían ser medidas y registradas. Finalmente facilita a las oficinas de  remuneraciones contar con la información necesaria para realizar los cálculos de los salarios de los diversos individuos de la nómina, en concordancia con uno de los aspectos más esenciales de la doctrina.
A la división del trabajo se suma el gran espectro de productos y subproductos que la industria de la carne produce en los tiempos comentados. Se procesan menudencias, se salan cueros, se fabrican embutidos con una gran cantidad de variantes, también harinas industriales y jabones, se envasan conservas (el “corned beef”) y se construyen elementos accesorios como cajones, toneles, bolsas y hasta pequeñas máquinas y herramientas.
Como es fácil de observar, la complejidad de la administración de esta producción requiere de la crecida estructura comentada arriba.
Y es la nueva tecnología norteamericana importada por los ingenieros de ese país, pero ahora residentes en Argentina, lo que le permite a estos frigoríficos, adelantarse en la lucha competitiva con los que ya estaban instalados desde el siglo anterior,
Este es un ejemplo de notoria llegada del Taylorismo a nuestras tierras. Como en el caso que sigue, llegan desde USA ingenieros embebidos de las nuevas formas de la industria para desarrollar trabajos de diseño organizacional, para buscar los “best ways” de cada operación, para capacitar personal local y para supervisar las acciones. Las plantas de Swift y Armour de Berisso y de La Plata, pueden considerarse, por la magnitud de sus capitales invertidos, su producción y la cantidad de personal integrantes de sus nóminas como, dice Mirta Lobato, paradigmáticos de lo que aquí se quiere explicitar. Su influencia sobre el sector en general, es muy considerable.
Los galpones de la AFD en el Alto Valle.
La historia de la producción y comercialización de frutas de pepita (sobretodo de manzanas y peras) en el Alto Valle del río Negro y del Neuquén, tiene dos grandes capítulos. El primero incluye un período que corre desde las primeras cosechas de un valle que recién está nivelando sus chacras primitivas, hasta los años de la Argentine Fruit Distributor (AFD). El segundo capítulo corre desde entonces hasta la actualidad, pero incluye la desaparición de AFD, la gran modernización de los equipos destinados a la clasificación y a la conservación de la fruta y un proceso de significativa concentración de tierras.
El primer capítulo se caracteriza, en materia de empaque y comercialización, por una imagen artesanal.  La mayoría de la fruta se empacaba muy manualmente, bajo “enramadas” o a la sombra de sauces en las chacras mismas, para luego enviarse a los mercados de las grandes ciudades.
Al inicio de la década del 30 del siglo pasado, la empresa ferrocarrilera del valle, Compañía del Ferrocarril del Sud, decidió meterse en el negocio de la fruta. La propiedad del medio de transporte de cargas más importante para la época, los contactos comerciales en Inglaterra y la oportunidad de ofrecer productos de mayor calidad que la competencia, fueron los factores detrás de la decisión.
Se creó entonces una empresa subsidiaria del ferrocarril, que construyó galpones de empaque sobre los terrenos aledaños a las vías o pertenecientes a las estaciones, como en Cipolletti y en algunas otras ciudades del Alto Valle. El plan comprendía el empaque de la fruta, su transporte a Buenos Aires y Bahía Blanca en vagones ventilados y luego en barcos, a Inglaterra y a Europa.
Los enormes galpones de chapa corrugada que se construyeron, llamaron la atención en su momento y más aún cuando se conocieron las instalaciones modernas de su interior.
La aparición de la AFD fue un gran intento - logrado, por cierto - de racionalizar los procesos de poscosecha de la fruta del norte patagónico. Hasta los primeros años de la década siguiente, buena parte del segmento de empaque de la región se concentró en esta sola compañía. La tecnología que se importó de USA mejoró notoriamente la cantidad, la calidad y la presentación de los productos, y con ellos se accedió a los mercados de Europa.
Para el diseño de los galpones y sus instalaciones, la supervisión de las tareas y para la capacitación del personal, se contrataron ingenieros norteamericanos cuya acción, concentrada en la empresa que los contrató, definió las formas de trabajar la fruta del complejo empacador que luego se desarrolló y que actualmente impera.
Como bien describe Omar Miranda, los aportes del nuevo sistema de producción a los procesos de la fruta regional fueron:
Modernización de los criterios de presentación del producto. Tamaño, calidad y color, se constituyeron en criterios de selección para el embalaje.
Supervisión. Hasta el momento era realizada por fruticultores y capataces de chacras. El nuevo sistema los reemplaza por supervisores capacitados con experiencia en las labores del galpón.
La mecanización del proceso permitió introducir una modalidad similar al de la línea de montaje, en donde se impone un ritmo de trabajo más intenso y mejora la conserva del producto, atento a que se minimizan las demoras (eliminación de tiempos muertos) en el lapso que media entre la cosecha en el árbol y el ingreso a las cámaras de frío y se aumentan los rendimientos.
Este nuevo proceso ha permitido parcelar las tareas, definiéndolas en las siguientes: a) vaciado de cajones, b) limpieza de la fruta, c) selección, d) tamañado, e) empaque, f) cerrado y paletización de cajas y g) almacenamiento en frío.
Nuevamente, por efecto de la mecanización del proceso, una imaginada foto del interior del galpón se asemeja a la del interior de una industria con cadena de montaje. En la foto se observan personas – en las primeras etapas del proceso casi exclusivamente mujeres, en las dos últimas generalmente varones – en puestos fijos por donde pasan, sin interrupciones, la fruta que se está preparando para su venta.
Fiel al esquema taylorista, el nuevo sistema admite el cálculo de las remuneraciones “a destajo” y un fácil mecanismo de control, basado en las cantidades producidas y en la simpleza de las operaciones correspondientes a cada puesto fijo de trabajo
El esquema adoptado por la AFD fue prontamente incorporado a la competencia, que en la década del 50 fue creciendo. Aunque la expropiación de la empresa ferrocarrilera incluyó también su subsidiaria frutícola, y con ella el fin de sus operaciones, los métodos impuestos permanecen a la fecha, habiendo solo reemplazado los mecanismos mecánicos por otros electrónicos, más eficientes. La forma de cálculo de las remuneraciones perdura inalterada, y desde ya hace años, incluido en el Convenio Colectivo de Trabajo.

Estos son dos de los antecedentes de la instalación del Taylorismo en Argentina; seguramente hay más, pero no he tenido acceso a sus noticias. Y a ellos hay que sumar la industria americana en general, que sin adquirir un cartel tan expreso, ha instalado los métodos industriales que, desde USA, han invadido al mundo. Ejemplos de estas industrias en el primer cuarto del siglo XX son la United Shoe Machinery (1904), NCR (1913), ESSO (1911), IBM (1924) General Motors (1925) o Colgate Palmolive (1927)[4].
Pero Armour y Swift, en la industria carnea y la AFD en el empaque y conservación de frutas, fueron una influencia excluyente en sus respectivos sectores industriales y, desde su aparición en el mercado, los que marcaron el ritmo a sus competidores.


[1] En la Rusia posterior a la Revolución de 1917, el taylorismo fue utilizado por el gobierno central como forma de saltar en pocos años desde una sociedad caracterizada por un feudalismo acentuado, a otra que se ubicó entre las sociedades industriales más importantes del mundo.
[2] Basado en Mirta Zaida Lobato “El Taylorismo en la gran industria exportadora argentina (1907 – 1945)” Colección Conflictos y Procesos de la Historia Argentina contemporánea; Centro Editor de América Latina, Bs. Aires, 1988
[3] Basado en Omar Miranda “Proceso de trabajo y competitividad: el empaque de manzanas y peras en el norte de la Patagonia”; publicado en Realidad Económica, revista de Economía editada por el IADE en Bs. Aires. Nª 169 del 1ero. de enero de 2000.
[4] Mirta Zaida Lobato, op cit.

5 comentarios:

  1. Lic. Ricardo Quinteros. A cargo de las cátedras de Organización Empresaria y de Economía – UFLO29 de agosto de 2010, 18:16

    La historia de las organizaciones en la Argentina, es una hoja todavía no escrita hasta ahora, fascinante desde el punto de vista de la historia y sus tiempos y escenarios, donde se conjugan otras disciplinas como las relaciones laborales, la economía, la comercialización y otros, de tanto peso como los descriptos. Me pareció un tema excelente y muy ameno su lectura.

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  2. Ing. Roberto E. Rubeo (*)29 de agosto de 2010, 18:25

    Lo que escribiste respecto los "Antecedentes del Taylorismo en Argentina" me pareció bueno, porque me llevó en el tiempo a mi infancia en la ciudad de Berisso, en la que nací y crecí. Es una ciudad que se conformó por inmigrantes de todas latitudes, que le imprimieron un sello muy particular. Gran porcentaje de la población trabajaba en los frigoríficas que mencionas y la transmisión oral sobre la cultura cárnica de aquellos tiempos fue muy fuerte para mi ya que tuve parientes que pasaron parte de sus vidas laborales en ellos. Los barrios de aquellos años estaban integrados por inmigrantes e hijos y nietos de inmigrantes, con los que pasé una etapa muy importante de mi vida.
    Soy Ing. Mecánico y en los años que cursé la carrera todavía era muy fuerte la proyección del Estudio de Tiempos y Movimientos de Taylor. Con el transcurso de mi vida profesional observé que esta forma Tayloriana de administrar iría cambiando, con el aporte del avance sobre las investigaciones de las emociones y motivaciones de las personas, y de hecho creo que se avanzó mucho en el terreno del comportamiento. No obstante ello, hoy en día se sigue administrando según antiguos conceptos de administración que, evidentemente dieron buenos resultados para su época. Me parece que la impronta Tayloriana fue y es muy fuerte. Algunos directivos y gerentes no se la pueden sacar de la cabeza y administran según ese paradigma. No hago juicio de valor, es simplemente una observación. Como dice la Sra. Lobato respecto a la concentración de las tareas cerebrales en un puñado de hombres, todavía hoy se escucha decir: ud no está para pensar. Es llamativo ver la cantidad de profesionales en puestos directivos y gerenciales que no volvieron más a un claustro universitario, luego de graduarse, y creo que este puede llegar a ser un motivo por el cual esas personas se quedaron con los antiguos conceptos de la época Tayloriana.
    Hoy se puede observar en nuestro país empresas que tienen sucursales a lo largo y ancho del territorio y gobiernos corporativos muy concentrados en la Capital Federal. Tengamos en cuenta que el avance tecnológico puede salvar esas grandes distancias, pero convengamos que el contacto entre las personas es insustituible. Estas organizaciones utilizan procedimientos escritos para estandarizar todo tipo de tareas, o sea, continuamos con el que algunos piensan y muchos ejecutan, pareciera una forma Tayloriana agiornada, una imagen de la administración Tayloriana modificada. A este respecto digo, que se están desperdiciando gran cantidad de talentos, en donde pierden las empresas y su gente, o sea todos.
    Me parece que no debemos descartar lo bueno que aportó el Taylorismo a la industria, pero también incorporar los conocimientos sobre el ser humano que contemplen sus emociones y motivaciones, para salir del viejo paradigma y entrar en uno nuevo, más integrador de las capacidades y talentos humanos.
    Entiendo que en la Administración, todavía hay mucha tela para cortar.
    *) A cargo del Seminario “Metodología de la Investigación en Administración” y Ayudante en la asignatura “Administración Gerencial”. Universidad Nacional del Comahue.

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  3. Prof. Santiago POLITO BELMONTE A cargo de las cátedras de Historia Social y Económica - UFLO29 de agosto de 2010, 18:30

    Si se lo analiza diacrónicamente, el sistema de organización industrial impulsado por Taylor, forma parte del proceso histórico relacionado con los intentos de organizar racionalmente la ejecución de las tareas laborales, proceso que, más allá de las mejoras que fue logrando a través de los años, también significó, de alguna manera, creciente explotación de los trabajadores asalariados.
    Por ejemplo: hasta la etapa de la Roma Republicana (509-31 a.C.) los escritores creaban sus obras, (por supuesto manuscritas), y las hacían circular entre sus amigos, los cuales, si estaban interesados en alguna de ellas, y deseaban poseer su propio ejemplar, pues la copiaban o la hacían copiar.
    En el Siglo de Augusto, cuando la demanda de los libros creció, surgieron empresarios editores que, para poder publicar a un mismo tiempo más ejemplares de cada obra, reunieron en ámbitos adecuados para ello, hasta doscientos esclavos que sabían escribir, a los cuales, un lector de buena voz les iba leyendo pausadamente el texto a publicar. Por supuesto que, para evitar errores, omisiones o desidia por parte de los escribientes, los textos eran supervisados luego por expertos y los infractores eran castigados.
    Cuando a partir del Siglo XII se produjo el renacimiento urbano y comercial, los empresarios textiles idearon el sistema de entregar periódicamente a cada tejedor una cantidad de lana, para que la hilaran y tejieran en sus propios hogares y luego la devolvieran al patrón, el cual entonces le pagaba la tarea realizada, controlando la calidad y conforme a la cantidad de lana recibida. Pero de inmediato los empresarios, dueños de la materia prima, advirtieron que de esa manera no todos los tejedores trabajaban con la misma diligencia, ya que algunos insumían más tiempo para tejer sus telas.
    El resultado inmediato fue que la tarea de tejer ya no fue ejercida a domicilio, sino que el empresario adquirió una cantidad de telares, los instaló bajo techo y a partir de entonces el tejedor que quería trabajar, tenía que hacerlo desde la salida del sol hasta su caída, con un breve descanso para ingerir algún alimento, en el tinglado donde operaban todos juntos, cada uno en un telar y con un rendimiento estipulado de tanta tela por día, si es que pretendía continuar conchabado. Por supuesto, el rendimiento mejoró notablemente, pero a costa de la libertad de los asalariados.
    Casi para la misma época, aparecieron los relojes que, colocados en las torres de una catedral o del palacio comunal, marcaban cada cuarto de hora mediante campanadas, regulando la vida de toda la localidad.
    Mucho más tarde, la Primera Revolución Industrial (Siglo XVIII) significó mayores controles y mayor sujeción de los proletarios respecto a los empresarios, con detalles que no corresponde mencionar ahora.
    Pero sí señalemos que a mediados del Siglo XIX, y en los EE.UU., inventada que fue por SINGER la máquina de coser a pedal, surgieron las costureras a domicilio, que retiraban la materia prima en los establecimientos industriales y llevaban a cabo la tarea en sus hogares. Nuevamente los industriales vieron las ventajas de que ese trabajo se realizada dentro de las fábricas, para lograr un ritmo uniforme de producción, una calidad más pareja en los productos, y un abaratamiento de sus costos.
    Es en ese momento cuando el Ingeniero Taylor inicia sus análisis y formula su sistema de trabajo en el que racionaliza los tiempos y movimientos a los que debe ceñirse el trabajador para optimizar su rendimiento.

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  4. Lic. Marcelo Márquez - (USal)29 de agosto de 2010, 18:38

    Estimado Pedro has narrado un articulo estupendo, la pregunta inicial es muy buena y la respuesta que ofreces más que interesante. Nunca se me ocurrió pensar cuando llegó el Taylorismo a la Argentina. No tan generoso como tú, te dejo sólo una pregunta ¿Cuándo se fue el Taylorismo de la Argentina? Si es que se fue.
    Mi hipótesis es que no, que aún se encuentra tan vigente como hace casi un siglo. Muchos empresarios hablan del pensamiento sistémico y sin embargo muchas de sus acciones aún están ancladas en el paradigma mecanicista. Hemos atravesado la corriente humanística, la burocracia, la contingencia y el pensamiento sistémico para nombrar algunos enfoques paradigmáticos, pero insisto que desde el discurso somos todos sistémicos y desde las acciones a veces nos parecemos a H Ford.

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  5. Lic. Gabriel Pérez Lavayén (Uflo – U.N.Co)29 de agosto de 2010, 18:39

    Me pareció un muy buen artículo, marcando de alguna manera, una metodología de administración y trabajo que se aplicó a todas las industrias como lo demuestran los 2 ejemplos mencionados.
    No obstante, no es extraño, (y de hecho someramente lo menciona el texto) que esta escuela de administración científica haya tenido su auge y mayor aplicación, en la incipiente, pero en paulatino desarrollo, industria metalmecánica liviana. Cuya geografía ocupo una vasta zona de Santa Fe, Córdoba, y norte y centro de Bs. As.. Acerías, fundidoras, fábricas de herramientas agrícolas, y en menor medida, alguna fábrica de electrodomésticos. Ello, dado su origen y aplicación, atento a que inicialmente, fue esa parte del sector industrial que encontró una solución basada en el aumento de la productividad, para dar respuesta a la creciente demanda que marcó la época".

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